Si bien el dióxido de carbono (CO2) es un gas concentrado en la Tierra esencial para el proceso biológico en la naturaleza y necesario para mantener el equilibrio y el bienestar de los seres vivos, la vertiginosa concentración de este gas en la atmósfera ha causado en las últimas décadas grandes desequilibrios en el clima planetario.
Esto es consecuencia del estilo de vida que la humanidad adoptó a partir de la Revolución Industrial, al proliferar las fábricas que hicieron mayor uso del petróleo, al igual que los modernos medios de transporte, todo lo cual generó un gradual aumento del calentamiento global.
Ahora es necesario modificar ese estilo de vida y buscar otras fuentes energéticas mucho más sostenibles de cara al futuro, para que los seres humanos tengamos la capacidad de reducir nuestra huella carbono.
Por eso, cada 28 de enero, Día Mundial por la Reducción de Emisiones de CO2, o Día Mundial de la Acción Frente al Calentamiento Terrestre, la Organización de las Naciones Unidas impulsa crear conciencia entre los habitantes de nuestro planeta sobre el cambio climático, y sensibilizarnos sobre los impactos ambientales que el fenómeno climático ocasiona al medio ambiente, a la biodiversidad y a los seres humanos, así como impulsar el desarrollo y aplicación de políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Las medidas aplicadas en los últimos años para reducir ese calentamiento han sido insuficientes ante las variadas causas que propician un aumento del calentamiento global, entre otras:

  1. La actividad solar y las erupciones volcánicas que cada día se incrementan en todo el mundo.
  2. La deforestación de bosques y selvas que han generado la pérdida de una gran variedad de flora y fauna vitales para el equilibrio medioambiental.
  3. La quema de combustibles fósiles.
  4. El uso excesivo de fertilizantes.
  5. La incesante producción de residuos que dañan gravemente al medio ambiente.

La primera de esas causas es natural. No así la segunda, que se refiere a la enorme pérdida de comunidades forestales necesarias para la supervivencia de los seres vivos, ya que a través de la fotosíntesis arbórea, la masa forestal fija el CO2 atmosférico en forma de materia orgánica y libera oxígeno a la atmósfera. Esto significa que a menor masa forestal, menor capacidad de reducción de las emisiones de CO2.
Por eso es necesaria la conservación mundial de los bosques y selvas, y una mejor gestión de las grandes masas forestales del planeta, porque en todos los continentes la industria maderera, minera, petrolera, agrícola o ganadera han causado un grave impacto ambiental negativo a bosques y selvas vírgenes.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que los bosques se enfrentan a numerosas perturbaciones que pueden afectar negativamente su salud y vitalidad y reducir su capacidad para proporcionar una amplia gama de bienes y servicios ecosistémicos.
Precisa que “alrededor de 98 millones de hectáreas (has) de bosque se vieron afectadas por incendios en 2015, principalmente en la zona tropical, donde el fuego quemó alrededor del 4% de la superficie forestal total”. Más de dos tercios del área de bosque total afectada se encontraba en África y América del Sur.

Es necesario entonces frenar la emisión de CO2 para evitar una catástrofe global que pueda causar la desaparición de cualquier forma de vida en la Tierra tal y como la conocemos hasta ahora.
También es urgente promover un mundo más sostenible mediante la aplicación y el desarrollo de políticas estratégicas tendientes a lograr la reducción de emisiones de GEI, entre ellos el CO2, mediante el uso de combustibles menos contaminantes, cambiar el derroche de los recursos naturales para el consumo humano e impulsar el desarrollo de fuentes de energía renovables.