Por lo festivo del carácter mexicano, solemos celebrar con estruendo y hasta con derroche, la temporada navideña: luces profusas iluminan nuestros espacios de convivencia, estruendos de cohetería rompen el silencio, entregamos o recibimos regalos envueltos en celofanes u otros materiales, y compramos, compramos y consumimos más de lo que razonablemente requerimos para vivir.

En las celebraciones de fin de año que se aproximan bien les podemos dar un giro de 180 grados a nuestros usos y costumbres, y convertirnos en portadores de una cultura de paz y armonía con la naturaleza. Es hora de hacerlo. Recientemente, en Glasgow, Escocia, las juventudes exigieron poner realmente un alto al desbocado estilo de vida que nos coloca frente a uno de los mayores desafíos de la humanidad: el inexorable avance del calentamiento global.

Podemos conservar nuestras tradiciones como montar un árbol de Navidad, o un Nacimiento, pero sin ornamentarlos con piñas de pino, musgo, pascle —también conocido como paxtle o barba de viejo—, orquídeas y bromelias, en nuestro afán de darle ese toque de naturalidad que nos fascina y que aderezamos con profusas luces navideñas para iluminarlos.

Al ser extraídas de los bosques esas especies vegetales se impacta a las comunidades de flora, lo mismo que a la fauna que depende de ellas y, por consiguiente, a los ecosistemas de donde proceden. Asimismo, se produce un gran despilfarro de energía eléctrica si mantenemos encendidos cientos o miles de luces para que nuestros espacios se vean iluminados.

En nuestras reuniones familiares evitemos el uso de productos desechables y adoptemos las tres o más “R” para reducir, reciclar y reutilizar los materiales que eventualmente lleguen a nosotros, como cajas de cartón o atractivas envolturas y moños.

Optemos por un árbol natural de los que se producen en las plantaciones de diversas variedades de pino ejidales, comunales o de pequeños propietarios que existen en la Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Guanajuato, Jalisco y Michoacán, entre otros estados, y una vez que termine la temporada, llevémoslo a un centro de reciclaje para que sea convertido en composta que nutrirá jardines y prados.

Consulta la página de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) tanto para conocer los puntos de venta de pinos navideños naturales, como posteriormente saber dónde se ubican los centros de acopio de árboles de Navidad para su reaprovechamiento como composta.

Recuerda que un pino natural esparce el aroma del bosque en tu casa u oficina mientras tú contribuyes a la economía de los campesinos dedicados al cultivo de estas especies forestales. Una vez concluidas las fiestas, tu árbol estará casi seco. Quítale las hojas, píntalo del color que te agrade y guárdalo para vestirlo como gustes el próximo año.

Otra opción ecológica es rentar un árbol navideño para darle larga vida. En internet encuentras opciones de empresas que te permiten recoger tu árbol en  vivero o lo entregan a domicilio, y también se encargan de recolectarlo una vez concluida la temporada.

Puedes también adornar tu casa con flores de Nochebuena naturales. México tiene más de 100 variedades de esta flor nativa de colores rojo, rosa, amarillo, blanco y jaspeadas. Muchas las producen nuestros campesinos de la Ciudad de México. Asesórate con ellos para que al final de la temporada puedas sembrarlas en un lugar adecuado y cuentes con nuevas flores para la siguiente temporada.

Piensa en un árbol navideño con materiales reciclables como PET, cartón, revistas viejas, madera, tela y muchos otros. Ármalo de tal manera que puedas reutilizarlo en años siguientes.

También puedes reciclar materiales diversos para fabricar tarjetas y adornos navideños como esferas, guirnaldas, festones, figurillas alusivas a la Navidad y otros. Busca tutoriales en internet.

Adquiere artesanías navideñas como guirnaldas de totomoxtle o popotes naturales, trozos de rama o paja, que indígenas y campesinos de distintas partes del país ofrecen en mercados y tianguis de las ciudades durante esta temporada.

Al iluminar tus espacios procura el ahorro. Elige bombillas de bajo consumo y apaga las luces en la noche, usa atenuadores que reducen la luminosidad sin afectar la visibilidad; el ojo se adapta y no percibe esa merma; las luces del árbol navideño aportan la luz faltante. Utiliza sensores para controlar el uso de focos o lámparas. Si no hay movimiento, lo que esté encendido se apaga y ahorra luz de manera automática.

La casa puede verse cálida sin las luces prendidas día y noche mediante los temporizadores que permiten encenderlas y apagarlas a distancia si estamos fuera. Usa luces en zonas estratégicas, en la entrada principal, ventanas o balcones son innecesarias.

En exteriores conecta los focos de manera fácil y económica a identificadores de la luz del día; se prenden cuando oscurece y se apagan al amanecer. Si evitas conectar muchas series en un mismo contacto no subirá el costo de tu consumo eléctrico y evitarás cortocircuitos u otros accidentes por sobrecarga.

Evita quemar cohetería. Los ancianos, bebés y animales de compañía pueden ser afectados parcial o totalmente por el estruendo de esos productos que además contaminan el aire por los componentes que los hacen silbar, estallar y desprender mágicas luces de colores.

Prepara la cena de Navidad con alimentos orgánicos que puedes adquirir en tianguis o mercados locales. Las y los hortelanos te ofrecen lechugas, rabanitos, coles, betabel, papa, zanahoria, chícharo, nopales, romeritos y más.

 

En la Ciudad de México hay mercados muy tradicionales en las alcaldías que aún tienen producción agrícola como Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco, o los de Tacubaya y Tacuba, la Central de Abasto y La Merced, a donde llegan campesinos y pescadores de otros estados a vender moles, uchepos, hongos, corundas, cemitas, tortillas azules o de trigo, camarones, acociles, pescado seco, charales, carpas rellenas, chapulines y otras delicias.

¡Celebra esta Navidad y todas las festividades de fin y principio de año con responsabilidad y conciencia ecológica!